miércoles, 4 de abril de 2012

Revolution from above, the demise of the Soviet system

Sobre el final de la URSS se ha escrito, y mucho. Sin duda se trata de una etapa muy compleja que admite muchas interpretaciones. En varias discusiones sobre el tema el libro fue muy recomendado, y tras un vistazo en amazon decidí adquirirlo.

Antes de empezar la crítica hay que destacar que no es un libro de historia, sino más bien un ensayo. La mayor parte del libro se centra en la economía y los sucesos históricos no son descritos en gran detalle. Ninguno de los autores es historiador. David Kotz es un profesor de economía en la universidad de Massachusetts Amherst. Fred Weir es un periodista especializado en la URSS y Rusia, que además ha sido corresponsal en Moscú.

El libro presenta la tesis de que el sistema soviético no se desmoronó por la inviabilidad del sistema económico, los nacionalismos, o por iniciativa de la sociedad. A lo largo de las 3 secciones del libro los autores presentan su argumento acompañado de estadísticas económicas para sostenerlo. La teoría de los autores es que la élite del país decidió apoyar a la facción procapitalista tras el fracaso de las reformas de Gorbachov.

La primera parte del libro explica la política económica de la URSS y el estancamiento de la era Brezhnev. En la opinión de los autores, los planes soviéticos de desarrollo fueron exitosos, y lograron modernizar la economía en varias décadas, dando lugar a una clase urbana con buena formación y una economía puntera en muchos sectores.
Esta sección termina analizando el por qué del estancamiento de la época de Brezhnev. Los autores dan varias razones: crisis demográfica, reducción de la disciplina laboral, saturación de algunos sectores económicos como el ferrocarril, dificultades para cumplir los planes económicos y mal tiempo. Los autores dejan fuera el gasto militar porque ya era muy alto en otros periodos. Al mismo tiempo añaden la crisis económica en los países occidentales.

La segunda parte es sin duda la más relevante. A traves de las secciones se van desgranando los factores que influenciaron el fin de la URSS en 1991. La idea básica que se presenta es que hubo una lucha entre varias facciones de la élite (funcionarios del gobierno/PCUS).

- Inmovilitas: funcionarios que se oponía a cualquier cambio. Este grupo está bien representado por los golpistas de Agosto de 1991
- Bando de Gorbachov: facción que creía que el sistema debía reformarse y convertirse en un socialismo de mercado.
- Facción pro-capitalista: partidarios de desarrollar un sistema capitalista. A la cabeza de este grupo estaba Boris Yeltsin.

Otro grupo a tener en cuenta era la “intelligentsia”: intelectuales, artistas, editores, periodistas. Tras décadas de censura fue muchos intelectuales no tuvieron mucha fé en las reformas democráticas y la libertad de expresión, pero a medida que publicaban artículos más críticos y que no pasaba nada, se fueron desplazando hacia posiciones más extremas. Esto es un fenómeno normal en una sociedad que llevaba años bajo un control de prensa.

Gorbachov no comienza a reformar el sistema hasta finales de los 80. Hasta entonces -y al contrario de lo afirmado en otros libros- siguió habiendo algo de crecimiento, aunque muy escaso en comparación a otras épocas. Inicialmente se intentaron reformas menores, pero finalmente se decidió profundizar para poder solucionar los problemas. Antes estos sucesos la élite se decidió por el bando capitalista. La explicación es sencilla, con el régimen soviético existía la posibilidad de ascender y lograr más dinero o privilegios, como las famosas dachas. El problema es que en muchos casos estos privilegios dependían de jefes y no eran hereditarios. Además, eran menores que en países occidentales. La diferencia en renta entre las clases altas y bajas era de un factor de 6 en la URSS mientras que en países occidentales llegaba a 12.

Para esta élite, el salto del comunismo al capitalismo no supuso ningún trauma. Entre los partidarios había funcionarios del gobierno, miembros del PCUS e incluso economistas que habían desarrollado toda su carrera en el ministerio de economía soviético. Un buen ejemplo sería Yegor Gaidar, uno de los principales partidarios de la “terapia de choque”. Ya lo dijo Grouch Marx: “Estos son mis principios, pero si no le gustan tengo otros”.

El nacionalismo y conflictos étnicos tampoco fueron muy importantes. Las repúblicas asiáticas no tenían una identidad nacional muy definida, y muchos de sus habitantes se consideraban antes musulmanes. En el Cáucaso había problemas pero nada que pudiese causar un derrumbe total. La excepción serían las repúblicas bálticas. Los datos dan la razón a los autores: en Marzo de 1991 se hizo un referéndum sobre mantener la unión entre las repúblicas y un 76% de la población votó a favor.

La sociedad soviética tampoco expresó un deseo de cambio hacia un sistema capitalista. De hecho, ganó las elecciones rusas sin mencionar nada sobre una economía capitalista. En general se puede decir que la mayor parte de la población fueron simples testigos. Tras tantos años de control del PCUS, no había conciencia política y la actitud hacia los acontecimientos era pasiva.

En la parte final de la segunda parte, los autores explican el caos que generaron las reformas en 1990-91, cuando se liberalizó la economía sin dar un objetivo claro a las empresas. Boris Yeltsin aparece como el principal responsable de la desintegración del país. Desde su posición como presidente de la república rusa presiona a Gorbachov para tomar medidas más profundas, y posteriormente erode la autoridad del gobierno central impidiendo la transferencia de impuestos o declarando la soberanía sobre los recursos rusos.

Esta combinación de factores es demoledora. Otras repúblicas empiezan a declarar su soberanía y el golpe de estado acelera la agonía. Este es visto como el último intento de los más conservadores por evitar las reformas, pero su aislamiento sólo contribuye a confirmar que el PCUS es cosa del pasado. En los siguientes meses Gorbachov intenta mantener cierta cohesión, pero finalmente se ve obligado a dimitir.

La última parte analiza la terapia de choque y sus efectos devastadores en la economía entre 1991 y 1995. La idea de esta política era acelerar el cambio de la economía hacia un modelo comunista. Los precios se liberarían y se retirarían muchos subsidios. En un inicio esto tendría graves efectos en la producción y calidad de vida, pero luego habría una estabilización. Los productos menos competitivos se dejarían de producir y se incentivaría la producción de otros más competitivos.

El resultado es bien conocido. Millones de personas terminaron en la pobreza y una minoría (la élite) se enriqueció. Merece la pena recordar que casi todos los oligarcas y personas de influencia provenían de la élite soviética. Por ejemplo, 11 de los 15 líderes de las repúblicas soviéticas se mantuvieron en el poder tras 1991.

En 1993 la oposición del Soviet Supremo a la terapia de choque era tal que se negaron a disolverse. Yeltsin solucionó las diferencias a cañonazos y pasó a gobernar a golpe de decreto. Los autores afirman que la teoría tenía defectos, y que no contaba con algunas particularidades de un sistema socialista. Por ejemplo, apenas hubo aranceles por lo que productos extranjeros inundaron el mercado.

El libro termina con un análisis de los posibles caminos que puede tomar Rusia, desde un regreso al comunismo hasta la conversión a un país exportador de recursos naturales al mando de una élite. La obra fue escrita en 1995, cuando el comunismo se había derrumbado y el capitalismo era visto como el único sistema económico viable. Una nueva edición con un análisis de los últimos años en Rusia y occidente sería muy interesante.

El libro me ha parecido muy interesante, y ofrece un análisis alternativo y creíble sobre el fin de la URSS. En cualquier caso, insisto que no es un libro de historia sino más bien un ensayo de economía.

Fuentes y enlaces de interés:

- Revolution From Above: The Demise of the Soviet System, de D. Kotz and F. Weir, Routledge (1997)

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